Tenía todas las opciones para constituir un sonoro fracaso y cumplió las expectativas. La reunión celebrada la semana pasada en Doha (Catar), entre los representantes que acudieron de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) fue un sonoro fracaso y un ejemplo de inmovilismo imperante ante la situación actual.
Todo se torció desde el mismo momento en que Irán anunció que ni siquiera se dignaba a enviar un representante dado que su postura estaba clara. Después de años de sanciones económicas, el país no estaba dispuesto a ceder ni un barril ni medio para que el precio del petróleo se estabilizase.
La negativa de Irán a sumarse a una reducción de producción de barriles de petróleo, supuso el rechazo tajante de Arabia Saudí de realizar ninguna acción similar. Los motivos están muy claros a nivel económico. Los países que se sumen a una reducción de la producción verán descender sus ingresos miles de millones de dólares por esta medida, si bien en caso de que algún país mantenga su ritmo actual se verá beneficiado frente al resto.
El acuerdo, por tanto, no es una opción sino algo completamente imprescindible para que todas las partes puedan estar en una hipotética igualdad de condiciones. Sin embargo, Irán considera que la pérdida calculada de unos 12.000 millones de dólares en su caso no vale la pena en comparación con la pérdida originada por un descenso del precio del crudo por el excedente de oferta.
Curiosamente antes de la reunión en Doha el precio del barril subió por encima de los 40 dólares en previsión de un posible éxito. El fracaso, como era de esperar, hizo que el precio del crudo se desplomase durante esta semana, aunque últimamente ha repuntado levemente hasta volver a unos 38,46 dólares el barril. En verano de 2014 el precio del crudo llegó a niveles de 115 dólares por barril.