Hace unos meses se hablaba de la compra de Twitter por parte de importantes empresas de todo el mundo. A los pocos días, cuando no semanas, se anunció igualmente que muchas de estas compañías se desmarcaban con respecto a la adquisición de una red social que solo arrojaba pérdidas y sus planes a futuro no eran suficientemente solventes.
Llegamos al mes de junio y la cosa no hace más que empeorar. Vayamos directamente a la consecuencia. Pérdidas en Wall Street que alcanzan el 10% con respecto al valor de sus acciones, 68 millones de usuarios menos, una caída del 14% en ingresos publicitarios… Los ingresos han sido de 573,8 millones de dólares, pero las pérdidas han alcanzado los 116 millones y eso solo en el segundo trimestre de este año.
Esto implica un considerable menor crecimiento, un 4,5% inferior al mismo periodo de 2016, pero un notable incremento de los resultados negativos, un 9% por encima del año anterior. Y eso no es todo, lo cierto es que se esperaban peores resultados.
¿Twitter, herida de muerte?
Es como si la red social de los 140 caracteres sufriera una herida mortal de la que se desangra muy lentamente. El problema es que los inversores no ven una cura apropiada lo suficientemente atractiva como para destinar su dinero a la compañía.
Y lo peor no es que decaigan sus ingresos por publicidad, principal sustento que la mantiene en pie, sino que los de la competencia siguen subiendo como la espuma. Por tanto, está bastante claro que no son las redes sociales las que presentan un problema de rentabilidad, sino Twitter en concreto.
A colación del titular, ¿invertir en Twitter?, la respuesta es “osadía”. Hay que ser osado para una inversión llamada a fracasar en vista de las cartas que están en juego. Claro está que si la red social consigue revertir la situación, la sorpresa podría hacer ricos a esos inversores osados.