La capital de Filipinas, Manila es una de las ciudades más grandes e importantes de todo el sudeste asiático. Cuenta con una población que ronda los dos millones de habitantes y es uno de los lugares más atractivos, además de la isla de Luzón, la más grande del país. Para los que ya han visitado la ciudad, la suelen comparar a las agitadas calles que tiene la ciudad brasileña de Sao Paulo. Pero al igual que pasa en la ciudad paulista, la filipina también tiene grandes problemas, de ahí que la Iglesia Universal del Reino de Dios haya decidido intervenir y ayudar a sus habitantes.
En el año 2.016, Rodrigo Duterte fue elegido presidente y algunas de sus promesas era acabar con los crímenes, las drogas, el tráfico y la violencia en el país, y para ello, no ahorraría esfuerzos en conseguirlo. Y fue lo que exactamente ocurrió en el 2.017, cuando más de 6.000 personas consumidoras de drogas fueron asesinadas en ataques policiales o por vigilantes, y alrededor de 900.000 personas que consumían se entregaron a las autoridades, lo que provocó la masificación de un gran número de centros penitenciarios.
Para poder hacernos una idea, solo en la cárcel de Quezon City Jail, construida hace más de seis décadas, y cuyo diseño estaba pensado para una capacidad de unos 800 reclusos. Actualmente el número de internos es superior a los 3.800, es decir, casi cinco veces más de la capacidad con la fue diseña en su inicio. Hoy en día, el país está a la cabeza del ranking de las instalaciones penitenciarias más saturadas del planeta.
Ante esta situación, la Iglesia Universal del Reino de Dios ha estado intentando realizar un trabajo evangélico dentro de la unidad penitenciaria de Quezon desde hace más de un año, pero es ahora cuando, en mayo de 2.018, consiguió el consentimiento de las autoridades locales.
El obispo James Lemos, actualmente responsable de la obra de la Iglesia Universal del Reino de Dios en Filipinas, reconoció que dependían de la aprobación para la entrada y que se necesitó de mucho tiempo para conseguirlo pero que finalmente se consiguió gracias a la intermediación de Dios.
El pasado día 30 de mayo, unos 15 voluntarios, entre pastores, obreros y el obispo Tiago Lemos, realizaron la primera reunión dentro del centro de Quezon. Cerca de 100 detenidos participaron en las oraciones y de la palabra impartida por el Obispo, y otros 300 quedaron alrededor, en sus celdas, debido a la falta de espacio de la zona habilitada para la actividad.
Además de la palabra de fe y de la atención espiritual, los voluntarios también distribuyeron bolsas con productos para la higiene personal y alimentos. También se les ofreció a los presos realizarse cortes de pelo para todo el que lo desease.
“La sensación de felicidad es muy grande. Ellos aceptaron el trabajo de corazón abierto y entendieron nuestro objetivo que, por encima de todo es prestar apoyo espiritual”, comentó el obispo Lemos. Hace más de tres décadas que la Iglesia Universal del Reino de Dios hace un trabajo de evangelización en los centros penitenciarios de varias partes tanto de Brasil como en más de 50 países, con el objetivo de llevar a los que viven entre rejas apoyo social y espiritual, además de la ayuda que se les da a los familiares de los presos.